Cuando el amor propio primero es amor de Otro.
La autoestima es la valoración que hacemos de nuestra manera de ser, de los rasgos de nuestro cuerpo y de nuestro carácter. Según esta valoración iremos por el mundo de una u otra forma, afrontando las diferentes situaciones de la vida o por el contrario, quedándonos en un rincón, temerosos.
La autoestima se va forjando a lo largo de todo nuestro desarrollo, se sabe que hay dos momentos en la vida sumamente importantes para el propio desarrollo de la personalidad donde será muy importante la valoración por parte de los otros significativos.
Estos dos momentos son: la infancia y la adolescencia, ambos abarcan dos tiempos fundamentales de constitución del psiquismo.
En la infancia, el niño es totalmente dependiente de sus progenitores o figuras de apego, así como de los adultos que cuidan de él, igualmente, su propia valía vendrá dada por la forma en cómo estos adultos le ven, le hablan, le escuchan, satisfacen sus necesidades y van modulando su personalidad.
La autoestima no viene dada en principio, se va a adquiriendo, por tanto, no viene del valor que uno mismo se da, sino del valor que le dieron otros y el lugar que ocupó ese niño en el deseo de esos adultos.
Esta visión del otro, se hace diálogo propio, se interioriza, creando diálogos con nosotros mismos que repiten la forma en como fuimos mirados, hablados ó reforzados. Es ahí donde comienza la autoestima. Si estas “voces interiorizadas” son negativas y llevan tiempo funcionando pueden mermar las cualidades de una persona ya que inconscientemente se repite ese diálogo.
Poder darnos cuenta de esto y ser conscientes de las formas de comunicarnos con nosotros mismos es tarea de la psicoterapia, en ocasiones, se necesita acompañar y observar el origen de estos diálogos para poder ser compasivos, cuidadosos y respetuosos con nosotros mismos, y no repetir aspectos que han dejado una huella que sigue dañando
“El pasado seguirá siendo presente mientras no lo escuches y elabores”
Alba Pérez Arnedo